Razonamiento motivado: el reto oculto en la interpretación de los datos mediáticos y sociales
Mass Medios | El razonamiento motivado es un sesgo cognitivo que nos lleva a interpretar información de manera que confirme nuestras creencias y emociones preexistentes, ignorando o rechazando datos que las contradigan. Este fenómeno, aparentemente inofensivo, adquiere una gran relevancia cuando se combina con la velocidad de la información y la saturación de contenido en plataformas digitales.
En un entorno mediático dominado por algoritmos que priorizan contenido diseñado para captar nuestra atención, el razonamiento motivado actúa como un filtro que refuerza nuestras opiniones y limita nuestra capacidad de análisis crítico. Esto nos encierra en burbujas informativas donde las realidades alternativas florecen, alimentando divisiones sociales y dificultando el diálogo.
La desinformación y las teorías conspirativas juegan un papel crucial en este proceso. La desinformación involucra la aceptación de información falsa o incorrecta, mientras que las teorías conspirativas buscan explicar eventos importantes atribuyéndolos a poderes secretos y malintencionados. Aunque son fenómenos distintos, ambos comparten un motor psicológico común: la necesidad de defender nuestras creencias y sentir que tenemos razón. Esto nos lleva a rechazar información que desafíe nuestras certezas y buscar pruebas que respalden nuestra postura, un proceso conocido como razonamiento motivado.
Lo más problemático es que los nuevos modos de comunicación online han facilitado la creación de comunidades basadas en desinformación y teorías conspirativas, amplificando su impacto. Hoy en día, cualquiera puede encontrar apoyo en grupos virtuales que validan sus ideas, incluso si estas no tienen base técnica o factual. La democratización de la información ha dado lugar a plataformas donde se difunden creencias sin rigor, fortaleciendo la polarización y haciendo más difícil el análisis preciso.
Esta polarización divide ideas, y fractura relaciones afectivas y sociales. Quienes piensan diferente no son vistos como interlocutores válidos, sino como amenazas. Esto dificulta la construcción de consensos, fomenta discursos de miedo y desconfianza, y debilita la capacidad colectiva para abordar problemas estructurales.
Superar este reto requiere una reflexión profunda. No basta con consumir información, es necesario cuestionarla y abordarla críticamente, reconociendo los sesgos que guían nuestras interpretaciones. La cooperación, lejos de ser una ingenuidad, se convierte en un acto de valentía que implica abrirnos a perspectivas diversas y trabajar juntos en soluciones inclusivas.
Se nos vienen las elecciones presidenciales de 2026, un momento clave para el futuro de nuestro país. Este escenario muestra cómo la desinformación, las teorías conspirativas y el razonamiento motivado configuran nuestras percepciones y decisiones colectivas. Más allá de elegir un líder, este proceso debe ser una oportunidad para repensar nuestra relación con la información y entre nosotros mismos. Si logramos trascender la polarización, la desinformación y el razonamiento motivado, podremos demostrar que, incluso en medio de diferencias profundas, el diálogo y la colaboración son posibles y necesarios para construir un futuro más cohesionado y sostenible.